Estonia, el país que remontó a los exsoviéticos.


Estonia es el país que mayor crecimiento económico presenta de entre todos los países que pertenecieron a la Unión Soviética. No obstante, la situación económica de Estonia no ha sido siempre próspera al haberse visto condicionada por su contexto histórico, político e institucional. A continuación, se va a realizar un breve comentario de la evolución experimentada por Estonia en los últimos 100 años. 

Este país fue ocupado por primera vez por el Ejército Rojo en junio de 1940, protegido por el Pacto de No Agresión Germano-Soviético, por el que los dos estados totalitarios dividían Europa del Este en esferas de influencia. Un año después, el ejército nazi invadió la Unión Soviética y ocupó Estonia hasta 1944, cuando los soviéticos recuperaron el país. Finalmente, obtuvo su independencia el 20 de agosto de 1991, tras 51 años bajo el comunismo. 


Tras su independencia, Estonia se enfrentó a un grave problema de transición. No tenían constitución, ni democracia ni sistema legal. La infraestructura estaba deteriorada y dañada, y el sistema bancario estaba a muy atrasado respecto a los estándares occidentales. Este país no disponía tampoco de grandes presupuestos para la reconstrucción: la crisis económica afectó inmediatamente al país, que pronto pasó de una relativa prosperidad a una inflación disparada y PIB en declive.

Una vez creada la Constitución, en 1992 se celebraron las primeras elecciones generales. El partido Unión Pro-Patria ganó con escasa mayoría y su objetivo era apartar del poder a los personajes vinculados con el pasado comunista. Su líder, Mart Laar, se convirtió en primer ministro. 

Laar estableció en Estonia una economía de libre mercado, introdujo la corona estonia como moneda y negoció la retirada total del Ejército ruso pero en 1994 fue destituido tras perder la confianza del Riigikogu (Consejo Nacional). 

Otras de las medidas económicas que se establecieron durante esa época, fueron: el establecimiento de un presupuesto equilibrado, la privatización de las empresas estatales y la introducción de un impuesto plano sobre la renta. Estas reformas allanaron el camino para permitir el aumento del nivel de vida que ha experimentado Estonia desde su independencia.

 Fue a principios del siglo XXI cuando planteó su anexión a la UE. De esta manera, en septiembre del 2003 se convocó un referéndum en el que un 60% de estonios votó a favor de ingresar en la UE. En la primavera del 2004, el país se unió oficialmente a la UE y a la OTAN. A ello le siguieron la afiliación a la OCDE en diciembre del 2010 y la adopción del euro a principios del 2011. 

Por otra parte, el poder adquisitivo de los estonios ha aumentado un 400% en las dos últimas décadas, a pesar del grave impacto que la crisis financiera de 2008 tuvo en las economías bálticas. Además, Estonia se encuentra actualmente entre los primeros países en términos de libertad económica. Su deuda pública es solo del 9.5% del PIB. En cuanto al mercado laboral, la tasa de desempleo es del 5.3%, muy por debajo de la media de la UE. 

 Por último, el sistema de impuesto a sociedades empresariales (no se gravan las ganancias no distribuidas) la ha situado como centro mundial de empresas de alta tecnología, impulsando las inversiones extranjeras y el crecimiento económico. 

Si se compara con las demás antiguas repúblicas soviéticas, el progreso de Estonia es aún más sorprendente. En términos de renta ajustada a la PPA (Power Purchase Agreement), ocupa el primer lugar por delante de países como Rusia o Letonia y muy por encima de la renta media.

 Se puede concluir por tanto que Estonia, es uno de los países que más ha evolucionado en los últimos años, convirtiéndose en un centro de atracción para las grandes empresas por su acceso a la UE, su ecosistema de startups, y su sistema fiscal

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